El Teatro Cine Realejos fue construido en 1928, en la Calle de San Agustín, junto al extinguido convento de monjas agustinas.
Constituyó una parte sustancial de la limitada oferta de ocio que, durante décadas, tuvieron a su disposición los realejeros. Los primeros visionados de películas se realizaron dentro del antiguo convento de San Andrés y Santa Mónica, pero el patio del edificio era inadecuado para atender un negocio en crecimiento. Así pues, el pueblo se fue dotando de instalaciones específicamente diseñadas para este fin, como en el caso del Teatro Cine Realejos, considerado actualmente como el único cine vivo de la isla de Tenerife.