Argumento
Cuando Albert Camus falleció en un accidente de tráfico en 1960, sólo tenía 46 años, pero ya había recibido el Premio Nobel de literatura y era un autor de prestigio mundial. Gracias a su temprano éxito literario con obras como El extranjero, La peste o Calígula, se convirtió en la conciencia de la Francia de postguerra. Pero su apelación directa a la responsabilidad personal y su rechazo a las ideologías que matan en nombre de la justicia nunca han dejado de estar vigentes.
De ahí que la recuperación de una de sus obras fundamentales “Calígula” nos parezca especialmente oportuna en este principio siglo y nos sirva para valorar su integridad como artista y el rigor de su mirada.
Para Camus se podría decir que “Calígula” es la obra de una vida entera. Recordemos que fue uno de su primerísimos proyectos: escrita entre 1.938 y 1.939; revisada posteriormente para sus representaciones de 1.945 y aún de nuevo para su presentación en el Festival de Angers en 1.957 y en París al año siguiente. En las diferentes versiones vemos cambios en los personajes que rodean a Calígula, pero éste: el emperador Calígula apenas cambia, ni en su carácter, ni en su comportamiento ni en sus motivaciones, que constituyen los resortes básicos de esta obra turbadora y perversa.
La presencia de “Calígula” en casi todas las etapas de la vida de escritor de Camus prueba una cosa: la importancia que reviste para él como símbolo.
Como espectadores de hoy nos volvemos a enfrentar a las preguntas esenciales que nos plantea el personaje: la dureza de convertirse en adulto, el desafío a los conceptos divinos, las consecuencias de un poder ejercido contra los hombres, la existencia o no del amor en nuestras vidas, el resultado de una sociedad movida sólo por fines económicos…