Argumento
«Después de pasear por toda la casa, el señor Donovan estalló como uno de esos globos de colores: “No pienses que voy a ser siempre un regalito”. Condujo hacia el sur por la avenida Mayson y torció hacia la izquierda tras el primer semáforo. Allí compró uno de aquellos enormes espejos de los recibidores italianos y de vuelta a casa ensayó sus mejores risas hasta caer sin aliento. La señora Donovan llegaría enseguida, y no era apropiado que lo descubriera así. También ella se había convertido en un obsequio que con el paso del tiempo quedó arrinconado en el hastío del minibar. Ahora tocaba apretar puños y vestirse lentamente. Se anudó la corbata mientras observaba su figura en el espejo, y deseó girarlo en una rueda circense y acribillarlo desde lejos. Deseó también que tras el soplo de aire que arrebataría el fuego a las velas ella cayera fulminada, y él pudiera conducir de nuevo hacia el norte. Conociendo la falta de escucha de la señora Donovan, seguramente habría organizado otra fiesta sorpresa. Otra esperada fiesta sorpresa. El señor Donovan se giró de espaldas al espejo, tembló de espanto y deseó no haber deseado: “He de tener cuidado”.»
