Argumento
Hace algunos años tuve la fortuna de conocer a Jaime Gil de Biedma. Conversé con él en tres ocasiones: en su casa de Ultramort; en un viaje para una representación de Hamlet en l’Ametlla de Mar y en un local nocturno. No es mucho, pero quedé profundamente impresionado. Confieso que por aquel entonces tan sólo conocía alguno de sus poemas. Pero el personaje, su conversación, su lucidez, su pausado apasionamiento y su sentido del humor se grabaron en mi memoria para siempre. Posteriormente leí con profusión su obra. El personaje que yo había conocido se desnudaba impúdicamente en ella y se reflejaba a sí mismo como un espejo- ‘Siempre quise ser poema, no poeta’-. Era una persona y personaje a la vez. Fue el principio de una obsesión.
Desde entonces el hombre y su obra se convierten en parte de mi imaginario y golpean repetidamente mi cerebro pugnando por salir.
De ahí este espectáculo. No me basta con leer sus poemas, amo también al personaje.
Hoy doy salida a esta obsesión. Tal vez sea eso el motor de la creación artística. La necesidad de liberar una obsesión. No estoy seguro, pero en todo caso, ahí está.
Pep Munné