A veces, uno siente la mariposa dentro. Y el otro también.
Se disfruta de su revoloteo durante algún tiempo.
Nos dejamos acariciar por ella, nos movemos a su compás.
Comenzamos a crear un camino conjunto, un objetivo común. Una vida.
Y nos sentimos felices. Todo está como debe estar.
Entonces, puede que la mariposa se calme, pare a respirar,
busque un hueco donde asentarse. Y todo se tambalea...
Aparecen emociones intensas, nos volvemos absurdos al vivirlas,
tontos mientras las transitamos, auténticos clowns en lo cotidiano.
hasta que, finalmente, aceptamos.