Müller reúne en Cuarteto a los protagonistas de Las Amistades Peligrosas para plantear un juego eterno, el del Amor y la Muerte. Entres sus zarpazos y reproches, los de Merteuil y Valmont, los de Valmont y Merteuil, se destila la más bella de las relaciones, el mayor de los compromisos y el más grande de los sacrificios.
El mayor gesto de amor es a veces el más doloroso. Jugar ese juego, el de comprometerse y ser coherente con ese compromiso produce dolor y gozo. Encontrar equilibrio en tan inestables aguas no es una tarea sencilla y tampoco es apta para todos los jugadores. Las consecuencias pueden resultar irreparables. Sin embargo no jugar a ese juego puede significar la condena a la soledad.