"Moverme sin un objetivo fijo me ha hecho caminar durante una hora y media por las calles de Madrid, a ver una mancha de pintura en el edificio de un banco, a recorrer otro cuerpo con las manos, a correr durante dos horas dentro de la misma habitación, a sentir los latidos del corazón como inicio del viaje de la sangre, a pensar en la abuela Carmen, a atravesar campos alaveses fijándome en los brotes de trigo, en las flores amarillas, en las piedras y en las huellas de corzo."