En Yo, Carmen, la mujer abre su emoción e inteligen¬cia, como si de un abanico se tratara. En una narra¬ción potente, a través de solos y coreografías cora¬les, artesanalmente hiladas, expresa su conocimiento y contradicciones, sus amores y desamor, su fuerza y fragilidad, su inseguridad e insatisfacciones, su sole¬dad, su sensualidad, la igualdad aún no alcanzada, la maternidad. La voz femenina reflexiona la rebeldía ante el maltrato femenino, las dependencias como consecuencia de un sometimiento ancestral, respecto a los cánones socia¬les, las tradiciones, las religiones o las nuevas creen¬cias, como la moda, la publicidad o la propia libertad.