A veces en la música sucede, así, sin más. Y te envuelve esa extraña sensación de cobijo y exposición permanente, al mismo tiempo. De relación contrastada entre las propias fragilidades y fortalezas. De desnudez. De intimidad. Algo que cristaliza en un camino adoquinado por procesos. Algo que da voz propia y calla al mismo tiempo.