El Soldadito y la Bailarina se sienten encerrados en el rol que se les ha asignado y con el que no se sienten identificados. Al principio solo ven sus defectos, y se entristecen por lo que las personas piensan de ellos, pero a medida que se van conociendo llegan a la conclusión de cuál es su verdadera identidad: el Soldadito no quiere combatir, su deseo es ser poeta y ha sustituido su mosquetón por una pluma. Por otra parte, la Bailarina no quiere estar encerrada en una caja de música, prefiere viajar, aprender nuevas coreografías y conocer nuevos amigos. Aquí comienza su aventura.