Igual que Allen soñaba con Rockland y con un largo viaje por mar hasta la puerta de su casa de campo en la noche de Occidente, yo sueño con llegar después de una larga travesía hasta ese paisaje rocoso donde ya no suena más que el zumbar del viento. Un saco de huesos que vaga arrastrado como un cadáver vivo y que busca elevarse y desaparecer, mezclándose con el polvo y las estrellas.
Y así dejar de ser algo. Y así ser felizmente parte de todo.