Una de las maneras mías de luchar es haber comenzado a cultivar un teatro hiriente y breve: "El teatro en la guerra". Creo que el teatro es un arma magnífica de guerra contra el enemigo de enfrente y contra el enemigo de casa.Con mi poesía y con mi teatro, las dos armas que más me corresponden y que más uso, trato de aclarar la cabeza y el corazón de mi pueblo, sacarlos con bien de los días revueltos a la luz más serena y humana. La lucha revolucionaria supone en los hombres una actitud que no puede compaginarse con la cobardía y la comodidad. La revolución es una actitud interior, necesita ser ejemplar. Y contra aquellos que actúan impidiendo la "Ciudad ideal", pilar de todo revolucionario, se dirigen estas breves piezas de teatro. MIGUEL HERNÁNDEZ