Este punto de vista, que añade una visión un peldaño más complejo del asunto de los pecados capitales, se vale de una música que para sí utiliza elementos musicales nunca antes reunidos en una forma de expresión. Quizá la solución esté más en el equilibrio y la dosificación artesanal que en la fragmentación. Esta creación ofrecida por una bailarina, un cuarteto de cuerdas, un contrabajo, batería y percusión, nos presentan una convivencia de armonías y ritmos flamencos junto a sonidos y armonías del jazz y de la música europea de mediados del siglo XX. Es ese equilibrio que nos ofrece el amor: el que nos permite perdonarnos para perdonar.
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