El concierto involucra al público no sólo como espectador-oyente sino también a participar con actos mágicos-simbólicos, como encender una vela pidiendo un deseo, dar un abrazo al propio niño interior, mirar a un desconocido fijamente a los ojos durante toda una canción, danzar libremente con la intención de renovarse, cantar ritmos y melodías invocando el paso que necesitamos dar para ser felices. El concierto ofrece profundas reflexiones sobre el amor propio y formas de producir cambios en el camino. Es portador de un mensaje conmovedor que habla de la vida y del constante cambio.
Las canciones son testigo de un viaje lejos de casa durado 10 años.