¿Por qué creemos que necesitamos habitar nuestros cuerpos para seguir viviendo?
Una gota de sudor se desliza por la frente hasta caer al borde del perfilador de tus labios. Este es el momento exacto en que te das cuenta que no hay marcha atrás. Ya no lo puedes detener. Ya no hay quien te pare finalmente.
La escena como templo, nuestro templo, un espacio que atraviesa nuestra sensitiva piel. Explorar sin miedo, el territorio de la euforia del cuerpo en movimiento y de la existencia.
Ese instante en el que tu conciencia despierta y brota en tu interior como mariposas revoloteando. Una sensación de euforia interna que se traduce en una mueca ascendente en tus labios. Pues bien, esta vez las “mariposillas” alzan su vuelo y no pararán hasta vernos bailar.