Madrid, años ochenta, una bolera se transformó en un club, la Sala Stella, cuyo recuerdo ha sido, quizá, el germen de esta carta de amor a la danza y su verdad. Partiendo del clubbing, la pieza STELLA coloca a cada uno de sus bailarines frente a un universo de caos para que creen su movimiento más honesto, dejándonos ver el pulso consciente e inconsciente que les guía como solistas y como grupo.
Siempre en escena, a los bailarines sólo les ampara la experiencia factual y física de la danza. Como resultado STELLA no es una pieza que responda a un patrón, ni una búsqueda de la perfección en la composición coral o el virtuosismo individual, sino un átopos donde se percibe la vulnerabilidad de los intérpretes regidos, como el cosmos, por fuerzas primarias.