Cuatro concursantes entran en un reality show, los colaboradores discuten en plató, el personal de limpieza pule el suelo, los realizadores buscan el ángulo más jugoso, alguien se ríe viendo la prueba de cultura general, un árbol cae en el bosque sin que nadie lo mire, el telediario irrumpe con una noticia de última hora, mientras una concursante llora porque quiere abandonar… ¿Es real todo lo que percibimos? ¿Somos capaces de desentrañar el artificio y la manipulación? ¿Cómo se estructura “la realidad” para que deseemos seguir mirando?
La enfermedad del mal gusto construye, a través del humor, una radiografía delirante de los reality shows atravesando continuamente la pantalla que tenemos enfrente, fragmentando el vínculo que existe entre los que crean y los que observan.