Hannah Arendt sostenía que Adolf Eichmann, el oficial nazi a cargo de llevar a cabo la solución final, habría cometido sus crímenes no por odio o sadismo, sino por ser un mero burócrata al servicio del III Reich. Sin embargo, ¿y si tras sus pensamientos se hubieran escondido ideas más complejas aunque no mejores? En el marco de un sueño, antes de su ejecución, Eichmann deberá responder ante el famoso filósofo Immanuel Kant quien, a su vez se vera acorralado por quien pudo considerar seguidor de su filosofía.