La muerte era una gran preocupación en los artistas románticos, pero también de los pasados y futuros; y será el eje central de este programa que contiene algunas de las obras más importantes de la literatura pianística. La sonata op. 35 en si bemol menor de Chopin se articula en torno a su famosa Marcha Fúnebre compuesta en 1837 y que fue el germen de todos los demás movimientos de la obra que se concluyó en 1839. La angustia por la muerte constituye el sentimiento esencial de la obra que concluye con una de las páginas más enigmáticas e inquietantes del compositor polaco. Mozart nos sumerge en la tonalidad del Réquiem para presentarnos esta insólita Fantasía de carácter improvisatorio que escapa de los convencionalismos de la época y que servirá de puente para unir estas grandes sonatas.