Esta obra es el fruto de una larga reflexión sobre el desarraigo. El valor que tiene el sentido de pertenencia, no sólo ante los otros, sino ante un territorio. El contacto de los pies con tierras que soportan cuerpos e ideas. Al fin y al cabo, una parcela, un sentirse parte.
Pero todo esto se confronta con un tiempo en el que es mejor la conquista efímera. Se da más importancia a la experiencia, a esos paisajes que visitar y manchar con el desenfocado vacío que nos viste. Ser turistas de profesión e ir conquistando lugares en visuales que acabarán perdidos Dios sabe dónde.
Ser los viajeros que al partir esconden los ojos, los pies y la espalda. Los que cargan con los aniversarios, los ruidos, el sabor del agua, planisferios, cajas de música e ideales que imponer en cualquier esquina que