Padecer la carne es un ejercicio que me ha resultado imposible de realizar hasta sus últimas consecuencias, pero aun así, es la insistencia que tengo de atravesar la materialidad del cuerpo. No es que quiera dejar de ser cuerpo, es que llevo un tiempo pensando en cuánto cuesta cargar con el mismo. Trabajo la carga del cuerpo para entender la vulnerabilidad y la fragilidad de ser materia; para comprender la inhóspita soledad de cuando nos convertimos únicamente en la misma.
Con este proyecto instalativo-escénico solo quiero ofrecer un paisaje de extrañeza de cada quien con su carne, lo extraño de su materialidad, en una membrana donde tener la oportunidad de aparecer y desaparecer.