1899-1995
En julio de 1899 Gijón inaugura un teatro que, situado en pleno centro de la ciudad y con un aforo para 1300 espectadores, pretende dotar a Gijón de un espacio físico donde la cultura y el ocio tengan la importancia que reclama una ciudad en pleno desarrollo, en acelerado progreso tanto urbanístico como social y económico. Ha nacido el Teatro Dindurra, el futuro Teatro Jovellanos. El empresario Manuel Sánchez Dindurra ha corrido con los gastos, Mariano Marín, uno de los arquitectos más prestigiosos de la época, ha trazado su arquitectura. Del 22 al 25 de julio de 1899 comienza el espectáculo. Comienza la ópera, el teatro, la música sinfónica, la opereta, la zarzuela, las variedades, los bailes, las mascaradas… El cine, luego, cuando la imagen en movimiento compita con los espectáculos en vivo. En el Dindurra empiezan a sucederse las actuaciones. De la Compañía Giovannini con “ópera, opereta y zarzuela del 22 al 25 de julio”, a Leopoldo Frégoli, genio del transformismo capaz de interpretar en solitario toda una ópera, pasando por los artistas locales: los cantantes Paco Meana y Luis Llaneza, o actores como Jesús Panadero y Manuel Muñiz a los que la Guerra Civil no permitió llegar más allá de promesas de la interpretación. Mención especial para el gijonés Antonio Medio: “El Barítono de la Voz de Hierro” que llevó su arte por todo el mundo y deleitó tantas veces al público del Jovellanos. Gijón ya se ha identificado masivamente con su Teatro, lo llena a rebosar para aplaudir “La viuda alegre” de Franz Lehár, “El patio” de los Álvarez Quintero, “Rosas de otoño” de un Jacinto Benavente que aún no es Premio Nobel de Literatura, o zarzuelas de la talla de “Bohemios” o “La corte de faraón”. Junto a las compañías profesionales de reputación internacional, el Dindurra abre su escenario a Emilio Robles Muñiz, Pachín de Melás, y sus piezas costumbristas, auténticos retratos sociológicos donde, despistando a base de humor popular, se dice de todo y sobre todos. Esta apuesta incipiente por un teatro en asturiano sacará a las tablas “El último sermón”, “Hebía arreglu” “Secadiella”, “Los malditos”, y hasta una zarzuela, “La Sosiega”, con partitura arreglada a partir de tonadas y cantares del folklore asturiano. Gijón apura el XIX con más desarrollo, más hechuras de ciudad dinámica, más próspera, más cosmopolita. El mar es, sin duda, el responsable de su falta de estancamiento, es también quien le otorga un status referencial como ciudad efervescente, inquieta, e incluso, rebelde. El Paseo de Begoña es un Broadway a escala, es “el lugar”, “el sitio”, y tras una función hay otra que continúa en el café adyacente, el Café Dindurra, abierto en 1901 y punto de encuentro donde las tertulias corren de las discusiones artísticas a las políticas, de las estrictamente frívolas a las más profundamente intelectuales. Lo que está pasando en el mundo, en España, en Asturias, pasa por El Dindurra: el teatro, el café.Colectivos culturales locales, asociaciones, grupos de teatro semiprofesionales, orquestas y bandas de música adquieren protagonismo, voz artística indiscutible sobre las tablas del Dindurra. Así, un 6 de mayo de 1908, la Sociedad Filarmónica Gijonesa hace en él su debut con advertencia impagable de la organización: “Queda prohibida la entrada en la sala durante la ejecución de las obras del programa”. Los “ejecutados” eran Bach, Beethoven y Schubert. Había más: la Asociación de la Prensa Gijonesa organizando jugosas veladas teatrales; las funciones de la Tuna de Jovellanos codeándose con las ofrecidas por la Sociedad Cultural e Higiene de Cimadevilla y de las conferencias de intelectuales e ilustres de la época se encargaba el Ateneo-Casino Obrero. Ya es 1912. Europa está gestando la Gran Guerra y el cine, su hipnosis colectiva. El Dindurra se adapta, y en sesión continua, exhibe copias diversas, anónimas la mayoría; otras datadas y con título para la historia del Séptimo Arte: “Maciste”, la película pergeñada por Gabriele D´Annunzio, el inclasificable escritor y poeta que comulgó con Mussolini. El Dindurra llena con sus sesiones de cine sin descuidar el teatro, y así las compañías de María Guerrero o Francisco Morano dan a conocer obras de Jacinto Benavente, Eduardo Marquina o Pedro Muñoz Seca. Años 20 del siglo XX. Europa no sólo no se está curando de su Primera Guerra Mundial sino que está engendrando la Segunda. Rusia ya es Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Italia, fascista; el antiguo Imperio Austro-Húngaro, conflicto endémico de los Balcanes, España una “dictablanda” consentida por Alfonso XIII y ejecutada por el General Primo de Rivera; Alemania un huevo de serpiente engordando de inflación y resentimiento hasta estallar con nombre de Adolf Hitler. Cuando la bolsa neoyorkina se desplome en el 29, la quiebra económica arrasará el mundo. Este periodo de entreguerras, caótico, inquietante, impredecible y revolucionado es el caldo de cultivo en el que las manifestaciones artísticas de todo tipo y condición crean y experimentan hasta límites inimaginables. La cultura se va, definitivamente, de los palacios y los salones burgueses para tomar la calle y los teatros populares. Al cine le falta poco para echar a hablar. Pearl White. En 1925, un 4 y 5 de abril, vísperas de Semana Santa, el Dindurra se vuelve loco: sobre su escenario está, en carne y hueso, Pearl White, la heroína de los episodios por entrega a la que Hollywood dejaba siempre a merced del villano de turno, del tren de turno, de los apaches de turno... Con un Gijón desparramado en el Dindurra la estrella dice lo que dice y así consta: “¡Viva Xixón!, ¡No hay pueblu como esti!”. 1929. El Dindurra ofrece para una semana de octubre un cartel que habla por sí solo de lo diverso y variopinto de su programación. Así, un lunes se representa “Don Juan Tenorio, drama religioso fantástico en seis actos”, el martes toca cine (“La dama misteriosa” con Greta Garbo), el jueves, música: “debut de la Compañía de Operetas Ughetti con “La viuda alegre”.Ya es 14 de abril de 1931. España amanece republicana. El Dindurra sigue representando y acometiendo reformas: en 1933 se realiza el proyecto para una “cabina fuera de sala”. Las sesiones cinematográficas con películas que ya son sonoras requieren más y mejores infraestructuras. La II República tiene ya los días contados cuando “más personas que butacas” contemplan extasiados el estreno de la película “La hija de Juan Simón”. Y llega 1936 y se llama Guerra Civil Española. El Teatro Dindurra es incautado por el denominado Control de Espectáculos Públicos. “Nuestra Natacha”, obra del dramaturgo asturiano Alejandro Casona, triunfa en el Dindurra hasta convertirse en símbolo de la época. Un jueves, 14 de octubre de 1937, el Teatro Dindurra queda en escombros tras un bombardeo aéreo. La paz impuesta y la vida marchando en gris y a duras penas comienzan el 1 de abril de 1939. Faltan cuatro meses para que Alemania invada Polonia y desate la II Guerra Mundial. El 7 de agosto de 1942 el Teatro Dindurra está reconstruido (las obras comenzaron en 1938 bajo proyecto del arquitecto José María Mendoza y Ussía) y ya es, para siempre, Teatro Jovellanos. Las siguientes décadas subirán al escenario del Jovellanos óperas, teatro, cine y espectáculos de todo tipo que, al margen de una calidad fuera de toda duda, representan el pensamiento cultural de una época de puro formalismo, nula experimentación y más de lo mismo. Así, el Jovellanos recibe y aplaude compañías de primera línea como las encabezadas por Aurora Redondo y Valeriano León, o la de Ana Mariscal, actriz de referencia y pionera en la dirección cinematográfica. Pero es el cine, por supuesto, quien verdaderamente sostiene al Jovellanos. El teatro posee medios técnicos adecuados para la proyección de las grandes superproducciones y, en palabras del crítico Ángel Pérez Palacios, “el público acudía en masa a los espectáculos cinematográficos, que cada vez eran de mayor perfección visual”. Estamos hablando del Cinemascope, Vistavisión, Todd-AO... y de “La túnica sagrada”, “Rebeca”, “Rifles de Bengala”, “Dos amores vienen cantando”, “Serenata nostálgica”, “Helena de Troya”... Años 60 y 70. La televisión es un competidor de ventaja con su más de medio millón de aparatos funcionando en los hogares españoles; las salas comerciales, con un dinero privado que puede pujar por los mejores “lotes cinematográficos”, son el otro competidor, más contundente y demoledor para el Jovellanos, que las salitas caseras con televisión. No basta su programación estacional de teatro, los nombres fundamentales que convoca y que se llaman, entre otros muchos imprescindibles, Amelia de la Torre, Alberto Closas, Nuria Espert, Ismael Merlo, Lola Herrera, Andrés Mejuto, Concha Velasco, Adolfo Marsillac, Maruchi Fresno, Arturo Fernández, o ya puestos, y por apelar a las previsibles gónadas masculinas, las “chicas de Coslada” más una sal verde y de calibre grueso a cargo de Quique Camoiras, Antonio Garisa, Zori, Santos y Codeso. Pues aún con esas no es suficiente, y un martes, 29 de diciembre de 1987, el Teatro Jovellanos de Gijón cierra sus puertas tras la proyección (con más pena que gloria y mucho de declaración subliminal de principios) de la película “Muerte antes que deshonor”. En 1995 se reabre el Teatro Jovellanos. Ésta es ya otra historia…
REHABILITACIONES Y REMODELACIONES DEL TEATRO JOVELLANOS El 29 de diciembre de 1987 el Teatro Jovellanos de Gijón cierra sus puertas. La preocupación en la ciudad por la desaparición de “su Teatro” se traduce en una iniciativa cívica (Asociación de Amigos del Teatro Jovellanos) a la que el Ayuntamiento de Gijón se suma en un Pleno en el que se manifiesta “... la urgente necesidad de hacerse cargo del coliseo de Begoña por considerar de utilidad pública un teatro municipal para desarrollar en él actividades culturales...”. El grado de deterioro del inmueble es importante, por lo que en 1993 se acomete la remodelación y la adecuación del mismo a fin de dotarlo de la estructura que requiere un teatro. El proyecto corre a cargo de los arquitectos asturianos Fernando Nanclares y Juan González Morillón, y con él, “se devuelve en toda su intensidad el aspecto primitivo del teatro clásico, creando a la vez un conjunto de nuevos servicios escénicos imprescindibles para la utilización en los espectáculos contemporáneos, que permiten asegurar que nos encontramos con una de las instalaciones para espectáculos mejor dotadas del norte del país”. En mayo de 1995 el Teatro está preparado para que el espectáculo comience de nuevo. Su ampliada caja escénica convierte al Jovellanos en el escenario más espacioso de Asturias, permitiendo representaciones hasta entonces de difícil encaje. Tras esa primera rehabilitación, el Jovellanos acomete en 2009 una nueva remodelación, que repara el inevitable desgaste de un Teatro por el que han pasado, desde 1995, dos millones de espectadores, adecuando y modernizando aspectos fundamentales para su funcionamiento. El proyecto, obra del estudio de arquitectos Sergio Barragán y Asociados, se traduce en ocho meses de trabajo sin pausa. En enero de 2010 el Teatro Jovellanos de Gijón vuelve a alzar el telón equipado para dar al público una respuesta artística ambiciosa. Un público entendido y que al margen de edad, género o ideario, pide siempre el mejor de los espectáculos. Los aspectos técnicos concretos de la rehabilitación de 2009 se traducen en una renovación de acabados, carpinterías y butacas, adaptación y mejora de las instalaciones a las nuevas exigencias y normativas, mejora de la maquinaria y refuerzo de la estructura de la caja escénica para soportar una moderna maquinaria escénica; instalación de una plataforma de orquesta con sistema autoelevable que permite la parada del foso en cualquier punto hasta la altura del escenario; restauración de lámparas y apliques, pinturas, maderas y pavimentos; renovación de alfombras, cortinas y vestido escénico; mejoras en accesibilidad; medidas de ahorro energético con instalación de placas solares, iluminación de bajo consumo y puertas cortavientos; renovación de asientos; colocación de videocartelería con dos pantallas de 65 pulgadas en el exterior y un proyector en el interior; rehabilitación de la fachada externa. Todo ello ha contribuido a que desde el día de su reapertura el Teatro Jovellanos vuelva a ser referente cultural de Gijón y Asturias.