Planteado para el público como un acto de voyeurismo histórico, el montaje es una apasionante recreación del más célebre de los debates que suscitó la conquista de América, cuando en 1550 un legado papal fue enviado a Valladolid para precisar si los indígenas eran seres humanos, criaturas de Dios o seres inferiores e incompletos, súbditos del imperio del diablo.
Escrita por Jean-Claude Carrière, colaborador de Luis Buñuel y Peter Brook, y llevado a escena por Carles Alfaro, director de espectáculos como La caída (Premio Max 2004 a la mejor dirección y escenografía), Nacidos culpables, Palabras en penumbra, Las sillas —que pudimos disfrutar en La Abadía en temporadas anteriores—, la obra se centra en la discusión entre Ginés de Sepúlveda, propugnador de la evangelización radical, de la supresión de los valores autóctonas y autor del “Tratado de las justas causas de la guerra contra los indios”, y Bartolomé de las Casas, famoso defensor de la causa india y contrario a la esclavitud.
Enmarcada en una escenografía austera, una especie de isla en medio de la nada que recuerda a la sala capitular de un convento, La controversia de Valladolid es una pieza dialéctica con un enorme dinamismo de ideas, con argumentaciones que podría haber avalado cualquier dictador enmascarado de nuestros días, con diálogos bajo los cuales se ocultan intereses económicos y con una clara reflexión sobre las duras condiciones de los indígenas de algunos países sudamericanos. En definitiva, un tema candente y atractivo que aúna el estímulo espiritual a la pasión histórica.