El Festival ofrecerá hasta el 13 de marzo alrededor de 50 montajes
“Un ensayo para contar la pasión desde el baile, y también un sondeo para conseguir equilibrar la pasión en el movimiento, suerte de paradoja vital, poseyendo sin que se posea, siendo poseído sin ser poseído”. Bajo esta sentencia sintetiza Marín su nueva obra conceptual, filosófica si se quiere, en la que planea siempre la idea de “la soledad del bailaor frente a la muchedumbre”. Como ha explicado en rueda de prensa el bailaor sevillano, su nuevo espectáculo pretende “contar con la pasión y no hablar de la pasión”. Para ello, ha elegido a una serie de “artistas simbólicos” que “representan un estilo concreto y personal dentro del mundo del flamenco”. Estas colaboraciones proceden del cante (Lole y José de la Tomasa) y el baile (Concha Vargas), un trío de artistas de reconocida trayectoria que “interpreta la pasión desde su punto de vista”, en una propuesta que respeta la individualidad de quienes se sitúan en escena.
De este modo, la coreografía de Andrés Marín, que ha contado con la ayuda en la dirección artística de Pilar Albarracín, se marca como objetivo desafiar los propios límites de este excepcional artista, partiendo de una sentencia: “Aquí no hay un argumento que seguir, aunque sí un hilo conductor entre filosófico y musical”. Reflexión y concepto de obra abierta en la que el espectador deberá esforzarse por sacar sus particulares conclusiones.
Algunas piezas del nuevo montaje son instrumentales. Y, por encima de todo, destaca un instrumento: la tuba, que Andrés Marín incorpora por primera vez en su carrera porque “siempre la he tenido en mi cabeza”. De otras veces mantiene el sonido del clarinete, porque es “un instrumento muy afín a lo que yo hago”.
En la dialéctica del baile y el cante que el bailaor quiere ir desplegando en escena, Marín constata su figura de artista rupturista y visionario, de iconoclasta del baile flamenco. La soledad con frecuencia termina conduciéndonos a un destino que sólo la presencia de los otros puede ayudarnos a comprender. Esta premisa vital es la esencia de ‘La pasión según se mire’, un montaje inenarrable que permite a Andrés Marín dar un paso en su transgresora apuesta por el flamenco de autor, por el baile conceptual y reflexivo. “Una mirada hacia adelante pero, a la vez, una mirada ancestral”, explicó.
Nacido en 1969, el singular trabajo del hijo del bailaor Andrés Marín y de la cantaora Isabel Vargas comienza a tener repercusión internacional en 1992, año en el que varias televisiones hacen un reportaje sobre su forma de bailar. Como solista y artista invitado de otras compañías recorre los principales escenarios y festivales del momento.
La programación del certamen, que se celebrará del 26 de febrero al 13 de marzo, contempla alrededor de 50 espectáculos en los que se pretende mostrar las creaciones más novedosas del mundo flamenco, con presencia de artistas como Diego Carrasco, Remedios Amaya, Dorantes junto a Grilo; Miet Matsumura, acompañando a Canales; la reciente Premio Nacional de Danza Lola Greco y Amador Rojas protagonizando Fedra, y Rafael Campallo compartiendo escenario con su hermana Adela.
Los artistas jerezanos aparecen reflejados en los distintos ciclos y espacios, como son los casos de los cantaores Jesús Méndez, David Lagos, Londro, Terremoto, El Torta o La Macanita.