Esta jornada se celebra cada año el 29 de abril.
El mensaje del Día Mundial de la Danza de este año corre a cargo de Friedemann Vogel, profesional de la danza que ostenta el título nacional de “Bailarín de Cámara”, la más alta distinción para este trabajo Alemania. Durante más de 20 años, el artista galardonado con múltiples premios se ha presentado en escenarios venerados de todo el mundo, desde la Scala de Milán hasta el Teatro Bolshoi de Moscú y el Festival Mundial de Ballet de Tokio, ganándose tanto la crítica como el público.
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Todo comienza con el movimiento, ese instinto que todos tenemos, y la danza es un movimiento refinado para comunicar. Por mucho que la técnica sea impecable, importante e impresionante, en última instancia, lo que el bailarín expresa con el movimiento es la esencia.
Como bailarines, estamos en constante movimiento, aspirando a crear estos momentos inolvidables. Independientemente del género de la danza, es lo que todo bailarín se esfuerza por lograr. Por eso cuando de repente, ya no se nos permite bailar, con los teatros y escenarios cerrados y los festivales cancelados, nuestro mundo se paraliza.
Sin contacto físico. Sin más especáculos. Sin público. Nunca en la historia reciente se ha desafiado a la comunidad de la danza de manera tan colectiva a mantenerse motivada, a encontrar nuestra razón de ser. Sin embargo, es precisamente cuando se nos quita algo precioso, cuando realmente lo valoramos y vemos cuán vital es lo que hacemos y cuánto significa la danza para la sociedad en general.
A los bailarines se nos suele celebrar por la destreza física, cuando en realidad nuestra fuerza mental nos sostiene aún más. Creo que es esta combinación única de agilidad física y psicológica la que nos ayudará a superarnos, a reinventarnos para seguir bailando y para seguir inspirando.