En el año 1966, en tiempos del movimiento estudiantil, el GRIPS THEATER surge en Berlín Oeste como teatro para niños dentro del Reichskabarett (Cabaret del Reino). Un grupo de cabaret de ideas progresistas, entre cuyos autores figuraba Volker Ludwig, director y administrador del teatro hasta hoy día. Con el tiempo, el GRIPS THEATER se haría famoso en todo el mundo con montajes de producción propia como Una fiesta para Papadakis, Max y Milli y, sobre todo, Línea 1.
El hecho de que, hoy en día, muchos espacios públicos tengan en repertorio propio para niños y jóvenes, es en gran parte un logro de Volker Ludwig, al que se le conoce como el padre del “teatro infantil moderno”. Alemania puede presumir de haber reunido en la larga historia de su teatro para niños más de 2.500 obras. Cada año se producen en este país 700 nuevos montajes. Las compañías infantiles más respetadas han apostado con éxito por un teatro de oposición a los planteamientos más “cándidos” que llegaban desde otros frentes. “No nos interesan los niños como consumidores a los que se les dice qué tienen que ver. Hay que tratar su realidad”, insiste el pequeño equipo del GRIPS THEATER. “Vamos directamente a las escuelas y les preguntamos qué es lo que les interesa. Y lo planteamos desde ese punto de vista, y no desde el punto de vista del artista. La clave siempre es no aburrir. Si esto ocurre, cambiamos de obra”. Un objetivo tan directo sólo es posible con el papel bisagra del Theaterpädagoge (pedagogo teatral). Esta profesión es el comodín que permite a la compañía berlinesa del GRIPS THEATER, y a otros teatros infantiles, no perder el hilo de la realidad escolar. Con una media de 40 funciones al mes, la maquinaria del GRIPS THEATER está al límite de su capacidad y sólo el intercambio de actores, que rotan en la misma obra, hace posible la continuidad.
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